En un día soleado y ventoso me levanté temprano.
Tomé unos mates como aquellos días en Lucas González, donde las tortitas negras eran las vedettes.
Y salí a recorrer la vida.
Me dí cuenta que la armonía de los ruidos del día eran distintos a los de la noche. Mi fiel compañero y yo salimos a pasear, fuimos al parque, vimos toda la naturaleza, las palomas revoloteaban de un lado hacia otro, los perros se tiraban a las fuentes de agua, chapoteaban un rato, y luego salían a secarse al sol.
Los chicos comprando pororó y praliné, otros nieve rosada. Mi fiel compañero olfateaba y saludaba a todo pero que se cruzara.
La vida tiene cosas alegres y tristes.
Con mi perro vemos muchos pájaros recién nacidos que se caen de sus nidos. Chicos y grandes, he visto de todas las variedades. Terminan comidos por un perro o un gato. También están aquellos que les tiran gomerazos y los matan. Pero que decirles, si cuando yo era chico también lo hacía. Pero era más divertido jugar a las bolitas que matar palomas.
¡Y que hablar del fútbol!
Corrí tanto! Hasta que un adversario me pegó una patada, que fue tan fuerte que me produje un esguince.
Ahí terminó el fútbol. Pero qué hermoso es el día y saber que nos espera la noche!
Para abrazarnos y descansar.
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